jueves, 10 de octubre de 2013

Nuestros sueños, los sueños de la Tierra


Las mujeres nos estamos levantando como la levadura en todo el planeta. SONIA JOHNSON

Cuando sanamos, gracias a sentir nuestras aflicciones y alegrías, sana la Tierra. Parte del surgir de lo feme-nino que veo producirse en todo el país (y en todo el mundo) es el fortalecimiento de los lazos entre las muje-res. Gwendolyn, una de las mujeres que conocimos antes, decía que gracias a su sanación «han entrado en mi vida hermosas amistades femeninas. Eso nunca me había ocurrido antes porque ponía demasiada energía en los hombres. Ahora está comenzando a surgir una hermandad de mujeres. Cuando una se toma el tiempo necesario para sintonizar consigo misma y con sus necesidades, comienza a producirse esta hermandad».

Yo no podría hacer el trabajo que hago sin el apoyo de mis hermanas de todo el país. Mis amigas y co-legas me sostienen. Me siento apoyada y bendecida. Brian Swimme escribió una vez que los seres humanos somos el espacio donde sueña la Tierra. Nuestros sueños personales no son sólo nuestros, son lo que la Tierra sueña a través de nosotras. Los deseos de nuestro corazón son los deseos de la Tierra, son lo que Ella nos pide que hagamos. El sistema adictivo nos ha dicho que «si no duele no vale la pena hacerlo, sin sacrificio no hay beneficio». Pero lo cierto suele ser justamente lo contrario. Si lo que hacemos no nos procura ninguna alegría, ningún placer, ningún sentido de finalidad, ninguna satisfacción, no vale la pena hacerlo. Nuestro estado de salud es el barómetro de esto. Nuestras células saben lo que necesitamos hacer. ¡Escuchémoslas!

Todas las células de nuestro cuerpo responden a nuestros sueños. Estos son necesarios para nuestra salud y para la salud de nuestro planeta. Los sueños que sueña la Tierra a través de ti son distintos de los que sueña a través de mí. Pero yo necesito oír tus sueños y tú necesitas oír los míos, todas necesitamos oír los sue-ños de las demás mujeres; si no, no tenemos la historia completa. El sistema adictivo ha puesto mucho interés en impedir que nos escuchemos las unas a las otras, durante siglos. Pero ha llegado nuestra hora. Escuchémo-nos mutuamente.

Tomado del libro: Cuerpo de Mujer, Sabiduría de Mujer. 
CHRISTIANE NORTHRUP

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